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LA LECTURA NO SE COME
Por: Alberto Ruíz Tuesta -periodista y escritor.
A propósito de la Primera Feria del Libro que acaba de concluir con el éxito que amerita su importancia y significado, se me ocurre poner en líneas un relato del pasado que guarda relación con este acontecimiento:
En los años 70 un grupo de maestros, jóvenes todavía entonces, editábamos la revista “Despertar”, que sin duda fue el primer medio escrito que tuvo Juanjuí. De esos maestros, algunos han partido a la eternidad, otros se han desperdigado en el silencio del ocaso de sus vidas. Los que quedamos somos pocos, pero todavía quedamos, con seguridad por un tiempo más corto de los ya vividos.
Despertar era una revista quincenal en cuyas páginas se traducía el acontecer público de esos años. Elegimos como director de la revista al extinto Wilson Pérez Iglesias, con cuyo nombre este evento ha honrado su memoria. Él se encargaba de la página editorial. Se distinguía, no tanto por su fogosidad y rebeldía juvenil que era común en casi todos, sino por su palabra serena, sus argumentos atinados y, sobre todo, su mente amplia y lúcida, que lo acompañaron hasta sus últimos días.
En el día de la edición de la revista, la noche era de amanecida, lo hacíamos a mimeógrafo. Con nuestra dotación de 20 revistas cada uno, sin dormir una sola pestaña, salíamos al mercado y a las calles para su venta. Costaba 5 soles. Unos compraban, otros nos decían “después te pago” y no faltaron los que simplemente nos evadían desviando su mirada.
En una ocasión en que me encontraba vendiendo mis revistas en el puerto donde terminaba el jirón Peña Meza, denominado por esos años Puerto Melgar (pues ahí desembarcaban los botes motorizados que venían de Tocache trayendo abarrotes del comerciante Melgar Dávila), se me acercó un estibador. Se llamaba Lucio, era robusto y le decían Tarzán. Me preguntó, qué era lo que vendía. Por toda respuesta le entregué una revista. La hojeó rápidamente y me devolvió: “Esto no se come” -me dijo.
Pensé que lo que me dijo Tarzán era totalmente cierto: la lectura no se come, pero también pensé que la lectura alimenta. Alimenta a esa parte de nuestro organismo que no es visible externamente, pero nos hace seres humanos superiores que nos distingue del resto de los animales: la lectura amplía nuestros conocimientos y mejora nuestra expresión oral y escrita; fortalece el pensamiento crítico y promueve el desarrollo de valores; enriquece nuestra identidad cultural, que nos hace ciudadanos comprometidos con nuestro desarrollo; promueve un tipo de sociedad justa, unida y fraterna. En suma, promueve un conjunto de habilidades mentales que deben ser desarrolladas desde la niñez.
En los años actuales, las necesidades de la población se han multiplicado «ene» veces. Están centradas en obras de necesidad pública como el puente, la defensa de las riberas, el mejoramiento de los servicios básicos entre otras. Y está bien que las autoridades atiendan estas necesidades y que nuestros dirigentes sociales se preocupen de ello. Y la idea de Tarzán de los años 70, sigue vigente: es más urgente comprar un Kg. de pollo que un libro.
Sin embargo, algo hay que hacer por la promoción de la lectura. Y es aquí donde cobra importancia este evento cultural, hasta hoy inusual en nuestra ciudad. Auspiciada por la Ugel Mariscal Cáceres, apoyada por la municipalidad y, sobre todo, impulsada tercamente por el escritor Juan Mera Gonzáles, quienes merecen nuestro reconocimiento.
Haciendo analogía, diría que esta Feria del Libro sería como poner la primera piedra de una construcción mayor, es decir promover en los escolares el hábito lector. Sería bueno que los estudiantes lean por el placer de hacerlo. Llegar a este nivel constituye un proceso bastante largo en el tiempo. Es un ideal difícil de alcanzar, pero no imposible de lograr. Un primer paso en este sentido -aunque pequeño- se ha dado en la Feria del Libro. La visita de los estudiantes a los distintos stands constituye una actividad motivadora que los ha puesto en contacto directo con los libros en exhibición, interactuado con sus autores. Quizás en sus mentes ha quedado grabada la idea que la lectura de un libro impreso no sólo informa, también enseña; más aún si sus páginas se nutren de los contextos sociales, históricos, culturales y geográficos de nuestro ámbito provincial y regional, cuyo conocimiento los acerca a sus vivencias y experiencias, acrecentando su motivación por leer. Además, utilizados como fuentes de contenidos no especificados en las competencias educativas, constituyen una herramienta valiosísima que coadyuva a la mejora de los aprendizajes.
El celular y otros medios tecnológicos -utilizados con corrección- constituyen excelentes recursos conectivos, que ciertamente ofrecen la oportunidad de ponernos en contacto con el mundo, pero están desprovistos de las interacciones humanas entre el lector, el autor y sus personajes -reales o ficticios- que sí nos brinda el libro.